Alicia era una princesa a la que le gustaba mucho gastar bromas. Casi todos los días alguien iba a quejarse a palacio.
'' ¡ Alicia ha puesto tinta en mi sopa!''
'' ¡ La princesa ha escondido un ratón en mi cama!''
Hasta que el rey decidió llamar al hada Nadía.
Mientras Nadía hablaba con el rey Alicia fue a fisgar en la mochila del hada. Dentro de la mochila había un silbato amarillo. Alicia se lo llevó a la boca y sopló con mucha fuerza. Inesperadamente las paredes, el suelo y el techo del palacio se volvieron transparentes.
-¿ Pero que ha pasado?- Dijo el rey rápidamente.
El hada que ya sabía lo ocurrido hizo como si no lo supiera.
- Majestad, ¡ Ahora podemos ver lo que hace la princesa! - Exclamó Nadía.
¡ Ahí está! vamos a ver que decide hacer.
Hoy se iba a celebrar un acontecimiento en palacio. A Alicia se le ocurrió poner pegamento en las sillas. De repente se dio cuenta de que alguien la podía ver. Alicia volvió a silbar y el hada y el rey se quedaron mirando las baldosas.
-¡ No importa! Tengo una gran idea. - Dijo Nadía.
Cuando llegaron los invitados el rey les susurró:
- Os quedareis pegados en las sillas. Todo es culpa de mi hija, pero no hagais caso.
Después de terminar el banquete todos los invitados saludaron a sus majestades y se largaron con la silla pegada al culo.
Pero...¡ Si no se quejan...! - Pensó Alicia. Entonces ¿ Que es lo divertido de las bromas?
Mientras pensaba, el hada le pregunto -¿ No tendrás algo mío?
Alicia reconoció que tenia el silbato y se lo devolvió. Pero el hada le dio otro silbato pero era de color rojo. Ella sopló y... ¡¡ Se convirtió en rana!!
Así Alicia aprendió que gastar bromas y fisgar en las cosas de las demás no estaba bien.
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